¿Y si equivocarse fuera la clave? Reflexiones entre mate y coaching

Imagínate esta escena: estás en un parque, tomando mate, mirando cómo un perro corre detrás de un auto que nunca va a alcanzar y luego de otro, y de otro. Ahí te cae la ficha: ¿y si somos como ese perro? ¿Y si nuestras búsquedas, nuestros errores, esas patinadas de banana, son lo que realmente nos conecta con los demás? ¿Lo que le da sentido a nuestro ser, a nuestra ontología?

El Coaching Ontológico, como filosofía y práctica, abraza esta idea de manera magistral. Desde la perspectiva de Rafael Echeverría, los seres humanos somos "conversaciones caminantes". Y es en esas conversaciones, muchas veces torpes, llenas de pifies (errores en uruguayo) y silencios incómodos, donde encontramos nuestra humanidad compartida. ¿Te pasó alguna vez que te equivocaste con alguien y, al arreglarlo, la relación salió fortalecida? Esa es la magia de los errores: el espacio para aprender, reflexionar y conectar de verdad.

Los errores son el motor del aprendizaje, algo que ya reconocía Sócrates cuando decía: "Solo sé que no sé nada". La ignorancia socrática, lejos de ser una excusa para quedarse de brazos cruzados, es un reconocimiento de que siempre hay algo por descubrir. En el coaching, esto se traduce en la apertura del coach y del consultante a la exploración conjunta, sin certezas absolutas, pero con un montón de preguntas potentes. 

Ahora, métele un poco de neurociencias al mate (aparte de la infusión, acá en Argentina le decimos mate al cerebro). Estudios recientes muestran que nuestro cerebro aprende mejor cuando se equivoca.

El psicólogo Daniel Kahneman, en su obra "Pensar rápido, pensar despacio", explica cómo los errores activan nuestra corteza cingulada anterior, que es como el semáforo que nos dice: "¡Pará! Algo no anda bien acá". Es ahí donde nos volvemos más creativos, más abiertos, más humanos. 

El error, entonces, no es algo que debemos evitar a toda costa (¡ojo, tampoco la idea es fomentarlo!). Al contrario, es el terreno fértil donde nacen la innovación y la empatía. En la práctica del coaching ontológico, esto significa que no buscamos ser perfectos ni tener respuestas mágicas. Buscamos ser reales, conectar desde nuestra vulnerabilidad y crear juntos un nuevo mundo de posibilidades. 


Así que, la próxima vez que metas la pata, levanta tu copa para brindar. Porque quizás ese error, por más absurdo que te parezca, sea la oportunidad para crear algo nuevo, para descubrir quién eres y para fortalecer los lazos que te conectan con otros. Como decía el querido Humberto Maturana: "Amar es dejar espacio para que el otro sea, sin exigencias ni juicios". ¡Qué hermoso error sería no intentarlo!

 

Yair Filipiak

COA FICOP N° 2856