En el camino como coach, una de las oportunidades más gratificantes es acompañar a las personas a recorrer la transición del paradigma del sacrificio al paradigma del fluir. Este aprendizaje y transformación no sólo redefine nuestra relación con las responsabilidades, sino que también altera profundamente cómo nos posicionamos frente al mundo, la vida y el devenir.
La vida como “una lucha”, es un modo de habitar el mundo que nos invita a ver la vida como una serie de batallas a librar. En este contexto, las responsabilidades se perciben como cargas pesadas que debemos llevar, expresadas en el lenguaje como: "debo", "tengo que", "debería". Esta perspectiva está arraigada en una mirada de carencia, donde la felicidad y la plenitud parecen siempre fuera de nuestro alcance.
Estamos en una búsqueda constante de esa pieza faltante que nos promete felicidad. Nos mantenemos en un esfuerzo constante, convencidos de que la vida es una lucha y que nuestra valía se mide por nuestra capacidad de superar obstáculos y cumplir con las expectativas externas.
La vida como un “constante fluir”, se trata de un paradigma donde la aceptación tiene un valor central y nuestra mirada se transforma hacia una perspectiva de abundancia. En lugar de ver las responsabilidades como cargas, las vemos como oportunidades para responder con habilidad (la "responsabilidad" entendido como "la habilidad de responder".)
En este nuevo paradigma, los acuerdos y compromisos que establecemos no están dictados por la necesidad, sino por una genuina voluntad de contribuir y co-crear con otros. Aquí adoptamos un lenguaje de elección consciente: "elijo", "decido", "me comprometo".
Vivir en este modo es vivir en el fluir, donde las acciones surgen de un lugar de aceptación y alineación interna, y no de una obligación externa.
Este cambio de paradigma implica una mirada desde la abundancia, donde reconocemos y apreciamos lo que ya tenemos en lugar de centrarnos en lo que nos falta. Nos permite transitar las diferentes situaciones de la vida con una actitud de gratitud y apertura, en lugar de resistencia y lucha.
Cuando adoptamos esta visión, dejamos de gestionar nuestras vidas desde una lista interminable de cosas por hacer y empezamos a vivir desde un lugar de autenticidad y coherencia. Nuestros compromisos se vuelven genuinos y alineados con nuestros valores y propósitos más profundos.
Estos acuerdos se basan en la confianza, el respeto mutuo y el deseo de contribuir al bienestar colectivo.
Establecer acuerdos en este contexto significa tomar responsabilidad de manera proactiva, reconociendo nuestras capacidades y limitaciones, y comunicándonos abierta y honestamente con los demás. Este enfoque nos permite construir relaciones más sólidas y colaborativas, y crear entornos donde todos puedan prosperar.
Entonces, ¿la percepción del paradigma del fluir reduce el compromiso con el trabajo?. Al contrario, éste implica un compromiso más profundo y auténtico, alineado con los valores y propósitos individuales y organizacionales.
Por tanto, la invitación es a trabajar con los colaboradores el fortalecimiento de su sentido de compromiso, conociendo a la persona. Es fundamental crear espacios de diálogo abierto para escuchar sus intereses y lo que los motiva. Al alinear estas metas con los objetivos organizacionales, se fomenta un entorno donde el compromiso surge de manera natural y fluida.
Si acompañamos a las personas en el ejercicio de fluir, dejamos de luchar contra la corriente y empezamos a navegar en ella, creando acuerdos y compromisos sólidos para alcanzar los objetivos.
Para ahondar en este tema recomiendo: La obra "Fluir (Flow): Una Psicología de la Felicidad" de Mihaly Csikszentmihalyi
¿Cómo puedes integrar el paradigma del fluir en tu entorno laboral para fomentar un mayor compromiso?
Yamila Salem
COA FICOP 1677