Durante muchos años, reiteradas oportunidades, insatisfacción en mi vida que va girando como una rueda, en la que he sido buena persona, buena hija, estudiar, tener un título universitario, encontrar un compañero de vida, casarme, tener hijos, me detengo, reflexiono y me pregunto después ¿Qué?
Los cuestionamientos y las preguntas venían a mi cabeza una y otra vez. Preguntas y más preguntas.
¿Qué pasaría si en algún momento de mi vida decido cambiar de rumbo? ¿Cómo me siento cuando no estoy conforme con las cosas que cotidianamente hago? ¿Puedo cambiar de trabajo? ¿Y si decido mudarme a otra ciudad, a otra provincia o a otro país? ¿Por qué continúo insistiendo en la amistad con una persona que me resulta tóxica, negativa, intolerante? ¿Qué me frena para empezar una nueva carrera? ¿Cómo es la vida que quiero vivir? ¿Cuál es mi propósito en esta vida?
Leía y releía las preguntas una y otra vez, y todas esas preguntas tenían algo en común o apuntaban a un lugar, a un faro: “La felicidad”.
Podemos pasar toda la vida, dejando que se sucedan los días, uno tras otro, quejándonos de las cosas que no nos gustan, nos molestan o protestando por aquellas cosas que hacemos que no le encontramos el sentido, caemos en nuestra zona de confort, en lo conocido y en lo rutinario, o, quizás en algún momento nos invade la curiosidad, nos hace un click interno por salir de esa zona de confort, por averiguar ¿Qué pasaría si……? Y ahí, en esos puntos suspensivos, es donde aparece la magia de “recalcular”.
¿Y qué pasaría si en ese “recalcular” podemos relacionar y demostrar que el disfrute, el goce de la vida y la felicidad, vienen de la mano de las decisiones que tomamos y de aquellas acciones que hacemos a diario, recalculando una, otra vez y las veces que sea necesario, aprendiendo a identificar y utilizar las emociones o estados de ánimo como catalizador de nuestras experiencias, para acercarnos un poco más a la vida que anhelamos?
Desde mi experiencia, lo que me paso, fue que, de alguna manera en ese recalcular, apareció la plenitud, la paz y aquellas emociones que me mueven para alcanzar los resultados que deseo en mi vida.
Porque al final del día, la verdadera magia reside en nuestra capacidad de adaptarnos, de crecer surfeando la incertidumbre y de ELEGIR ver felicidad a cada paso del camino.
¿Vos, estás dispuesto a recalcular con emociones?
Fer Patrone
Coach Ontológico Profesional