Primero, en la profunda crisis ecológica que compromete nuestra subsistencia. Segundo, en los desafíos inherentes a nuestra convivencia con los demás, de manera que nos sea posible mantener el orden social necesario para conducir nuestra existencia. Tercero, en los problemas que se suscitan en nuestras relaciones personales, donde encontramos dificultades para preservarlas, corregirlas y transformarlas. Por último, en la declinación de nuestro sentido de vida, indispensable para mantenernos vivos, debido a la aceleración del cambio que hoy caracteriza a nuestra época.
“¿Qué está impidiendo que asumamos tanto nuestros propios deseos e intereses como también los intereses de nuestra especie? ¿Qué impide que hagamos, como especie, este giro a una ética diferente de comportamiento? Disponiendo de las evidencias que obran frente a nosotros, ¿qué nos frena?”, se pregunta el filósofo, para quien el tipo de observador que hoy somos ha perdido su capacidad de correspondencia con el carácter de los tiempos que vivimos: “Sostengo que la manera como concebimos la realidad –incluyendo en ella a nosotros mismos– nos impide formular adecuadamente los problemas y desafíos que hoy encaramos y generar la capacidad necesaria para resolverlos”.
Este es el Giro de la Mirada que Rafael Echeverria propone, un cambio en el enfoque ontológico sin precedentes: “Estamos operando a partir de un sentido común que, en vez de ayudarnos a vivir mejor, genera problemas crecientes a nuestra existencia, a la vez que nos bloquea la posibilidad de visualizar e implementar las soluciones que hacen falta. Este sentido común se sostiene en un sustrato ontológico caduco, del que estamos obligados a liberarnos y que debemos sustituir por otro, radicalmente distinto”.